
«Bussines Hand». Imagen por cortesía de: patrisyu/FreeDigitalPhotos.net
Desde hace mucho tiempo vengo escuchando reiteradamente la siguiente afirmación en boca de directivos, de compañeros dedicados a la gestión de RRHH, de profesores en escuelas de negocio, de consultores…
«La función de RRHH está normalmente mal enfocada en la empresa, empezando por su propia denominación, no debería llamarse Dirección de Recursos Humanos sino Dirección de Personas, ya que las personas no son en realidad recursos sino personas».
Hoy he querido dedicar este post a expresar mi punto de vista personal sobre esta afirmación, porque pienso que puede suscitarse, al hilo de esta cuestión, un debate interesante, aunque no exento de cierta polémica.
Aún a riesgo de equivocarme, parto de la base de que el argumento que normalmente sustenta este tipo de afirmaciones está bastante sesgado. Es más, yo diría que un juicio de valor emitido en estos términos parte de la premisa errónea de dar por hecho que la palabra recurso tiene una acepción negativa.
De alguna manera, creo que en este planteamiento se «demoniza» el término «recurso» dándole una connotación de materialismo, frialdad, alienación y deshumanización que considero bastante infundada.
Veamos a continuación alguno de los significados que el Diccionario de la RAE atribuye al término «recurso», lógicamente, no reproduciré todos y cada una de ellos, pero sí al menos los que considero más relevantes y que nos pueden aportar algo de valor de cara a enriquecer el debate que nos ocupa:
Recurso (Del lat. recursus.)
2. m. Medio de cualquier clase que, en caso de necesidad, sirve para conseguir lo que se pretende.
6. m. pl. Bienes, medios de subsistencia.
7. m. pl. Conjunto de elementos disponibles para resolver una necesidad o llevar a cabo una empresa. Recursos naturales, hidráulicos, forestales, económicos, humanos.
8. m. pl. Expedientes, arbitrios para salir airoso de una empresa.
Tras leer estas definiciones, en especial las palabras que he resaltado en negrita y que se contienen en ellas… ¿Seguimos realmente pensando que ser un recurso es algo negativo?.
Personalmente, a la vista de las definiciones, yo defendería que no lo es. De hecho, por lo que acabamos de ver, un recurso es en realidad algo sumamente valioso y necesario, casi un tesoro o, como mínimo, un elemento posibilitador para alcanzar con éxito un fin o un objetivo.
Un recurso forma parte de un proceso productivo, y es a su vez un componente imprescindible para que la empresa cumpla su misión. Sin recursos no hay producción, y sin recursos tampoco hay empresa, o si la hubiera, ésta no sería exitosa.

«Magical Butterfly» Imagen por cortesía de: digitalart/FreeDigitalPhotos.net
La magia que reside en el recurso humano
Entonces, siguiendo con mi particular reflexión, me cuestiono: ¿Qué tiene de malo que la persona sea considerada como un recurso por su empresa?, o incluso, en un plano más global, por el propio mercado de trabajo.
En mi modesta opinión, creo que el error radica en dar por sentado que la calificación de la persona como recurso hace que equiparemos la gestión de personas a la gestión que se hace de cualquier otro recurso en el seno de la empresa, dando por hecho que ambas deben regirse por las mismas reglas, cuando, la realidad es otra bien distinta.
Las personas son el principal y más valioso de los recursos con los que cuenta una Organización, pero es que además, hablamos en todo caso de un recurso que encierra en sí mismo algunas características esenciales, ¡yo diría que mágicas!, que lo hacen insustituible y completamente diferente al resto de los que forman parte de cualquier proceso productivo, veamos a qué me refiero:
Las personas sienten, experimentan emociones, y también tienen su propia capacidad de percepción e interpretación de la realidad, construyen su personal visión del entorno que les rodea aplicando a tal fin su escala de valores individual y las lecciones aprendidas durante sus experiencias previas, esas que cada uno llevamos en nuestra «mochila vital».
Las personas construyen sus valoraciones, alimentan sus expectativas, experimentan satisfacción o frustración, emiten sus propios juicios y ¡actúan en consecuencia!.
Todo esto hace que el «recurso humano» tenga la capacidad de automodularse, poniendo, de manera consciente o inconsciente, su productividad en relación con su propio nivel de motivación, de satisfacción y de compromiso e identificación con la tarea que realiza.
La productividad se relacionará por lo tanto con el sentido que para la persona adquiere el trabajo que desempeña, y con la centralidad que ese trabajo ocupa en su vida.
Cuando afirmo que esta modulación a veces opera de manera inconsciente es porque pienso que en ocasiones el propio recurso humano no es conocedor de la verdadera dimensión que alcanza su potencial productivo. Así, muchas veces, en la medida que las condiciones del entorno no obliguen a las personas a aceptar el reto de liberar todo su potencial, de crecer y de desarrollarse, éstas no serán capaces de poner todas sus capacidades a funcionar y de romper, de este modo, las limitaciones que se han autoinflingido.
Llegados a este punto, pienso que todos estaremos de acuerdo en que la gestión de la magia que encierra en sí el recurso humano nunca podrá ser una labor sencilla, ya que no existen normas universales, ni homogeneidad, ni reglas de oro que nos garanticen el éxito en este sentido.
La conclusión es por tanto evidente: no podemos gestionar personas de la misma manera en la que se gestionan las mercaderías o el almacén de existencias, aunque también es cierto que, lo mismo que las existencias se deprecian, a veces las personas también sufren estos efectos en el seno de una Organización.

«Red Maple» Imagen por cortesía de: Keattikorn/FreeDigitalPhotos.net
La depreciación de las personas
Analizada la versatilidad del recurso humano es inevitable hablar sobre su depreciación, ese fenómeno que el mismo experimenta cuando el tiempo transcurre, el compromiso se deteriora y el bagaje vivido en una compañía unido a las expectativas no cumplidas terminan por erosionar el entusiasmo inicial y por apagar la magia.
La depreciación de las personas, en buena parte surge cuando la Organización, lamentablemente, deja de percibirlas como un recurso y pasa a concebirlas como una carga. Aunque, siendo justos y honestos, deberíamos reconocer que este es un fenómeno sometido a cierta corresponsabilidad de las partes y que, en algunas ocasiones, la depreciación también surge, o se acelera, cuando la propia persona deja de concebirse y de valorarse a si misma como un recurso y deja de preocuparse por estar en forma y darlo todo al máximo nivel.
Por eso, creo que es importante no perder nunca la perspectiva y no sembrar confusión. Por muy conscientes que seamos de lo diferente que es gestionar personas y recursos materiales, y por mucha vocación que tengamos, como responsables de RRHH, de desempeñar nuestra función lo mejor posible, opino que no deberíamos nunca dejar de reconocer que las personas son recursos, eso si, mágicos, valiosos, insustituibles, y con todas las características que hemos ya comentado.
Si nos preocupamos constantemente de recomendar y recordar lo importante que es mantener la empleabilidad individual en cotas crecientes, si hubo un día en el que nos sentimos felices en nuestro primer trabajo, porque en ese momento demostramos por primera vez que nuestro talento generaba productividad… ¿Por qué entonces se nos hace tan cuesta arriba asimilar que las personas somos recursos productivos?.
Seamos conscientes de que, como responsables de RRHH, nuestra misión fundamental será ayudar a nuestra gente a motivarse, a realizarse profesionalmente, a retarse, a desarrollarse, a crecer… pero no caigamos por ello en el error de hacer de los medios fines y, por tanto, nunca perdamos de vista que, recorriendo esa senda, ayudaremos a las personas a mejorar su productividad pero también, de una manera simbiótica, garantizaremos que su contribución permita alcanzar los objetivos fijados por y para nuestra Organización.

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